1 ago 2017

Nunca Hacia Atrás

¿No lo ves? Es como si estuviera detrás de mi. En momentos pareciera que respira cerca de mi nuca, casi jadeando, con esa ansiedad característica del depredador que tiene acorralada a su presa. A veces casi siento el fétido olor de su aliento rodeando mi cabeza, y si me quedo quieto demasiado tiempo, incluso puedo sentir cómo se confía y posa sobre mi hombro su fría mano, que bien sé no es una mano. Y su voz que libera como un susurro pero que retumba cual concierto caótico de truenos en mis tímpanos con su mensaje de desolación...

Nunca lo han visto, y ese ha sido el motivo por el cual nadie me cree que exista, llamándome demente y paranoico. Pero existe, yo lo sé. Llevo años huyendo de ese ente, esquivando cada tanto sus letales garras, pero comienzo a cansarme.

Por eso he recurrido a ti, para que me ayudes a huir, porque tú aún puedes creerme... Pero tus ojos me dicen que no me crees. Mis palabras y desesperación no son suficientes; comienzas a mirarme como lo hacen los demás, tú que te decías mi amigo incondicional...

Pero no te culpo, en verdad. Me decepciona saber que no podré contar con tu ayuda, ni siquiera con tu confianza, pero no puedo culparte. Posiblemente yo haría algo similar si alguien, conocido o extraño, llegara a decirme que un monstruo invisible le está acechando a cada instante de su deprimente vida, dedicándose a contagiarle de desesperación y temor, destruyendo sus memorias y anhelos, aplastando todo aquello que le importaba, inundándole de indiferencia ante el mundo con intenciones desconocidas pero que de alguna manera se adivinan tétricas. Sin embargo, es la verdad.

Ya no recuerdo mi vida antes de esto, pero sé que era más tranquila. Sé que no temía por mi cordura ni por mi existencia, y que mirar a mis espaldas no me hacía temblar las piernas y sudar frío. Además, ese ente se encarga de que sea como la primera vez que supe estaba detrás de mí, desencadenando un escalofrío incontrolable por mi espina dorsal, sintiendo su presencia como una sepulcral penumbra cubriendo mis alrededores hasta sofocarme en su silencio que parece reventar mis tímpanos junto con la desesperación de no poder correr, no poder mover un solo músculo del cuerpo. Esa parálisis momentánea en que sabes que tu existencia está por concluir de la manera más nefasta posible...

No temo por mi vida, sino por mi existencia. Es difícil de describir, pues se suele considerar como sinónimos, pero créeme, con ese ente he aprendido a diferenciarlos. Terminar con mi vida implicaría dejar de respirar, dejar de moverme. Pero terminar con mi existencia va más allá del plano terrenal, a confines desconocidos y, por ende, aterradores. Y ese ente detrás de mí es lo que busca, erradicar mi existencia, deshacerse de mí con su aliento y su frío tacto, fragmentando más cada residuo de mi ya destazada cordura... No falta mucho para que sucumba, para que la fatiga me consuma y deje de importarme la existencia. O tal vez me siga importando, pero ya no querré hacer nada, y me resignaré a ser una víctima más de ese ente.

Mirar hacia adelante, nunca hacia atrás. Me lo dijeron muchas veces en mi vida, pero no hice caso por considerarla una expresión simplona para negar el pasado. Y pensar que menospreciaba esa frase motivacional... ahora podría ser mi mantra. Pero no sé si pueda seguir hacia adelante, ya ha sido mucho tiempo. Me estoy cansando de huir, y me estoy cansando de pedir ayuda. Nadie me cree, todos me ignoran. Peor aún, las pocas palabras que recibo son para asegurarme que estoy loco. Tú mismo estás por decírmelo, para después alejarte. Si tan solo supieras que el ente detrás de mí no viene sólo por mí...

Y es que, si no existe ese ente, si sólo es producto de mi imaginación o incluso paranoia, ¿por qué parece consumirlos lentamente a todos ustedes?