27 may 2013

Su Guardián

Soy su guardián, aunque no lo sabe. Desde el primer momento en que la vi, he cuidado cada uno de sus pasos, he estado al pendiente de cada una de sus acciones, y he procurado que esté tranquila, contenta, feliz…

Fue una sensación a primera vista. Hay quienes creen que me “enamoré”, pero esto va más allá. Si, es hermosa, y todos saben de su inteligencia envidiable y su carisma tan peculiar que agrada a quien la conoce. Basta dialogar con ella unos segundos para sentir la suavidad de su voz  y la fuerza que en ella habita. Y sentir cómo su piel roza una fracción de la propia es algo indescriptible y con la que ni la más suave tela del mundo podría compararse. Es la perfección hecha mujer. Por ello la cuido.

Cada que sale a esas peligrosas calles que inevitablemente debemos transitar, siempre voy tras sus pasos y a una distancia prudente, no por esconderme de ella, sino para evitar que sospechen aquellos que quieran dañarla. Seguramente tomarían medidas distintas si supieran que estoy ahí protegiéndola, y no me gustaría perder el elemento sorpresa que tan útil resulta.

Desde que la conocí en la escuela he estado cercano a ella. Fue complicado que nuestros horarios coincidieran, especialmente porque no teníamos las mismas clases. Tuve que faltar a varias con tal de asegurarme que ella podría estar bien en las suyas, o al menos así fue hasta que decidí dejar por completo los estudios. No podía perder tiempo en ello si quería estar al pendiente de ella.

Cada minuto de sus actividades diarias las tengo contempladas en mi agenda, sé a qué hora come, a qué hora va al gimnasio, a qué horas y qué días sale con sus amigas… y también con sus “amigos”. No puedo decir que siento celos al verla con otros hombres, ya que sé que no tengo derecho a celarla. No es mi posesión, no es mi pareja, ni siquiera podría decirse que somos amigos. Simplemente me mantengo alerta cuando está con alguno de ellos. Es algo normal. Yo soy su guardián, ella es mi protegida.

Además, soy el único que conoce todo de ella. Sé qué le gustaría recibir de regalo para su cumpleaños, sé a dónde le gustaría viajar, qué le gustaría comer, las películas que adora, la música que la deleita y con la que prefiere bailar, los movimientos que realiza en esas danzas, la ropa que tiene y que le gustaría tener, lo que la entristece y lo que le causa carcajadas inmediatas. Incluso sé cuáles son sus sueños y deseos más íntimos, conozco y he practicado la manera en que le gustaría ser complacida en todo aspecto. El precio fueron algunas noches a la intemperie y sin dormir mientras miraba su ventana, pero sé que valieron la pena y que ese conocimiento que ahora tengo nadie más lo tendrá.

En más de una ocasión la he ayudado sin que se dé cuenta, y es así como prefiero realizar mi labor. Por su belleza y la fragilidad que aparenta, es obvio que muchos de los ladrones comunes la consideren un objetivo. Las clases de autodefensa que tomó hace unos meses bien podrían ayudarle a defenderse sola, pero ¿de qué le sirve un guardián si no es capaz de defenderla? Recuerdo la ocasión en que la seguía por la noche, y entonces un tipo se dirigió a ella, con la intención de asaltarla y tal vez de hacerle daño. Obviamente que no lo podía permitir, en especial siendo su guardián. Lo intercepté antes de que acortará la distancia lo suficiente y lo estrellé contra la pared. La sorpresa que le causé fue mi mejor arma, además de las nudilleras que se encajaron en sus costillas repetidas veces. Recuerdo que ella sólo apresuró el paso, temerosa del ruido a sus espaldas y el motivo. La comprendí sin problemas, y dejé que siguiera su camino sin hablarle, como siempre. Sabía que no sería la última vez que debería hacer similar. Ella nunca se enteró de lo que sucedió en esa y otras ocasiones. Si lo supiera, seguro me llamaría “mi héroe” por haberla salvado, lo cual no me gustaría que hiciera.

Y es que en realidad, ella ha sido quien me ha salvado. Antes de conocerla, yo no tenía un objetivo en esta vida, carecía de motivaciones. Pero al verla todo cambió, y al comenzar a seguirla y conocerla, mi ser se transformó. Había encontrado una hermosa motivación, una que ocupaba mis pensamientos y tiempo. Cada palabra suya, cada actividad que realiza, todo en ella me cautiva.

He pensado en decirle lo que hago y que es mi fascinación, pero siempre hay una duda que me detiene: ¿Qué haría si lo supiera? No hay muchas opciones como respuesta, y los riesgos son muy elevados. Tal vez se sorprenda y note el romanticismo que hay en lo que hago, en ser su guardián, y entonces me bese como no ha besado a ninguno de sus amigos, como si sellará nuestro destino de estar juntos por siempre y ser felices… o tal vez sea como las demás y crea que soy un psicópata obsesionado y enfermizo.

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